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Pilotos de leyenda: Juan Manuel Fangio
Fangio
a secas
Por Alfredo Parga
Revista
El Gráfico Nro 3.500 Noviembre de 1986
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Si tenés
menos de 25 años, te invito a leer esta nota. Si Tenés
mas de 25 años, respetuosamente le pido me perdone,
porque debe ser para usted un material conocido. Pero,
terco, insisto; si Tenés menos de 25 años, atendeme
¿Puede ser?
Siento la necesidad de contarte, de hablarte de Juan Manuel Fangio. Cinco veces campeón del mundo, pronto a inaugurar en vida, afortunadamente, un excepcional museo. Pudiera ser, no lo descarto, la consecuencia de una reciente visita a ese lugar y el reencuentro con valiosas piezas de la tecnología deportiva argentina lo que hizo nacer el deseo de contarte cosas. Mis cosas con Fangio ...
Fangio. Gano con todo lo que manejo. Como para que un
muchacho como vos me pregunte rigurosamente si Fangio era
tan bueno "como dicen los grandes". Si
yo me apoyara en la estadística, en la estadística fría y
rigurosa que insensible acumula nombres y números codificando el mundo con la rigurosidad de una
computadora, paradojicamente matemática, tendría perfectamente solucionada la
ecuación. El tiene ganados
cinco títulos del mundo, una distinción que no alcanzo ningún otro deportista que en este mundo haya corrido
contra el reloj sobre la tierra. Empiezo por contarte que Juan Manuel Fangio alcanzo su
graduación mas exquisita como hombre enamorado de los
fierros después de profesar muchas horas en el aula del
taller del galpón del campo. Con miles y miles de kilómetros de observación
sobre la pampa húmeda, que tan
bien se presta con el aromático sabor de sus bucólicas tardes, para que uno repase las cuentas y ponga en paz su
alma con Dios.
Se hizo en la tierra. En la huella que en su niñez
llegaba casi exhausta hasta el camino real. La huella que
a las perdidas daba con el pavimento de la ruta troncal.
Sobre esa masa gris, que cuando se seca genera el enemigo
mas mortífero del automovilista. El polvo. Una masa que,
inundada, se transforma en barro.El fue descifrando desde
su niñez aquel insólito, llegando a conocer hasta la
industria del pantano que azotaba entonces muchas
regiones de nuestro país.
Cuando un
día pudo saltar a la magia de la pista, con
asfaltos aterciopelados, aunque muchas de sus primeras
carreras suyas fueran en parque con árboles acechantes y
cordones siniestros, retozo plenamente. Si hasta confeso
que le había sido fácil ganar mas de una vez...
Turismo de Carretera,
Mecánica Nacional, Coches
Especiales, Formula 1, Coches Sport ..... Marcas de
renombre como Mercedes Benz, Ferrari, Maserati y otras de
difundida leyenda. Algunas, armadas con el recurso
salvador y folklórico del alambre colocado por su hermano
Toto. Fijate que con esa obstinación paisana fue
cultivando cuerpo y espíritu. Le dio un valor excepcional
a la palabra y necesitado de amigos como estaba para
poder despegar, hizo un culto de la amistad. Si hoy pasas
por Balcarce, a mas de 45 años de sus primeras aventuras
contra el tiempo, te vas a encontrar con amigos que lo
acompañan desde hace mas de 45 años. Con hombres que
llegaron a decirme que jamás le interesaron las carreras
de autos. Que en cambio, les interesaba -y les interesa-
su amigo Juan Manuel Fangio.
Me pierdo en la
divagación porque el
asombro me confunde, pero, recapitulando, tengo presente
que este hombre al que el padre de Jacky Ickx califico, allá por 1954, como el
Napoleón del automovilismo
deportivo, por considerarlo el primer estratega que
calzaba guantes para correr un auto, este hombre -te
digo- tiene una excepcional dimensión humana que corre
pareja con la otra, la deportiva, mas conocida. La que
proclama que fue cinco veces campeón del mundo.
Porque
antes que eso fue campeón entre nosotros, con esa mística que es el Turismo de Carretera, cuando las carreras de
entonces llegaban a 800, 900 y 1000 kilómetros. Todos los
domingos. Con cinco, seis y hasta siete horas de manejo.
Con etapas de apertura de Grandes Premios que lo
transportaban imaginariamente a uno desde Buenos Aires a
Salta o a Comodoro Rivadavia. Y hasta Santiago de Chile.
Hachando el país por caminos que exigían la entrega
absoluta. ¿Sabes? Aquellos fueron los mas ricos
momentos de civilización que desanduvo el auto entre
nosotros aquí, en mi patria LA nuestra.
¿Como hacia Fangio para mantenerse durante años y
años en el escalón mas alto?. Creo que alguna vez se
entretuvo con un cigarrillo, pero no llego a fumarlo
entero. De las copas, que yo sepa, no fue afecto. Como
paisano que es, si -acaso- un trago de buen vino de
cuando en cuando y para estar a tono si la mesa es de lo
mejor y para celebrar. Y casi siempre, asado. Una vida
con mucho sol desde bien temprano. Un día con otro. Y
siempre.
Debes saber que hay muchas formas y maneras para ser
campeón. Que hasta puede integrarse para serlo, como
factor constitutivo, la misma casualidad. Que en
definitiva -filosofaba Ortega, y que yo sepa no lo ha
desmentido nadie- el hombre es el hombre y sus
circunstancias....
¿Cuales fueron las circunstancias de Fangio?
En esa
búsqueda para títulos mundiales,
en un primer momento el hallazgo de una Europa que todavía estaba curando las heridas de la segunda gran
guerra, con autos algo desactualizados, con una tecnología un tanto oxidada,
según se pronuncia aquel
excepcional director deportivo que fue Alfred Neubauer,
en su libro "Hombres, mujeres y motores",
uno de mis libros de cabecera. Autos de embragues
vacilantes. Coches de dimensiones descomunales, de
arbitraria relación peso-potencia. De díscolos aceleradores. Sin el menor confort interior, con
cubiertas angostas. Con esfuerzos anchos. Había que
hamacarse; por lo menos, 500 kilómetros de una sentada,
apenas refrescada con un trago de agua mineral. Incluido
un tenebroso reabastecimiento de combustible.
Con el
aceite de ricino, participante de la mezcla, perfumando exóticamente las vecindades de los boxes. Con coches sin
leyendas, que entonces identificaban a cada país. Sin el
sacrilegio de mercenarias contrataciones que fueron transformándolo todo. El nuestro, el de la Argentina
-¿Sabes?- deportivamente solicitaba un capot pintado de
amarillo con el resto del continente de la máquina todo
azul.
Ahí
lo estas viendo a Juan Manuel. Fijate. Dejame mostrártelo de la cabeza a los pies. Con un casco de
genero sobre su la cabeza, enriquecida por unas
antiparras que una vez, amigos de su fama. le hurtaron
impiadosamente y a las que recupero por el camino de un
reclamo hecho atendiendo al respeto que a Fangio siempre
le inspiro su primer propietario (Aquiles Varzi). Una
camisa de manga corta que permite la exhibición de unos
brazos gruesos y fuertes rematados con guantes cortos
perforados.
Un pantalón celeste casi siempre común. Y sus
zapatos. Muchas veces gruesos zapatos para apoyarse sobre
una pedalera que, burda y tosca , servia para descansar
toda la osamenta. Así estaba listo el jinete para correr.
Así montaba por los años cincuenta, cuando sobrevivían pisos ciudadanos que mortificaban los huesos del hombre y
desencajaban las cuadernas de la maquina. La velocidad transformaba la imagen que se estilizaba entonces.
Tiempo - dichoso tiempo- cuando
todavía podíamos ver desde la cintura para arriba todos los
pilotos....
¿Que fue el mejor?
Los puristas sostienen
que lo mejor de Juan Manuel Fangio -y lo mejor de todos
los tiempos hasta hoy- fue el Gran Premio de Alemania del
'57. Porque lo combino todo: estrategia, astucia,
inteligencia, táctica... Porque preparo una carrera y en
el camino, apareciendo otra, corrigió sobre la marcha lo
estudiado para terminar ganado igual. O mejor. Porque
enhebro records con una facilidad que hoy todavía no
tiene paralelo. Porque saco de sus casillas a 200.000
alemanes flemáticos congregados en el viejo Nurburgring,
aquel que tenia 182 curvas por vuelta llevándolos al
delirio. Aquel dibujo maldito en el que otro
día se desvaneció para siempre la sonrisa buena del muchacho puro que fue
"Pinocho" Marimon....
Otros, en cambio
podrán hablarte de la
tarde de 1955 que en el Autodromo Municipal lucia un sol
de fuego, hirviente, como pintado por Fellini. Una bola
incandescente que fue derrumbando uno tras otro a los
pilotos de sus coches, a tal punto que hubo autos que
llegaron a tener hasta cuatro corredores sentados en una
misma butaca...
Únicamente
Fangio quemándose una pierna
con un escape que se calcinaba y "Bitio
Mieres", un romántico de la velocidad que un día prefirió cambiar el estruendo de los motores por el
silencio del agua, fueron los dos hombres que completaron
la distancia total de aquella exasperante prueba.
Ellos dos, los únicos que permanentemente giraron
dentro de aquella caldera del diablo. Todavía lo estoy
viendo, después de la hazaña. Bebiendo calmosamente un
sorbo de agua y, como buen paisano, haciendo una pausa
antes de seguir combatiendo una sed que debia estar
quemarlo por dentro.
Sonriendo descarnadamente. Manchada su cara de aceite,
a punto de agotarse la ultima pizca de energía en la
feroz demanda. Pero primero. Ganador.
Otros mas, con el mas legitimo derecho, te
ofrecerán la tarde de 1954 en que en ese mismo lugar el cielo se
encapoto por una nube negra de la que después se descolgó un diluvio. Lo estoy oyendo. Faltaba una media hora para
llevar los coches a la línea de salida -que entonces los mecánicos y el propio
corredor eran los que empujaban el
auto de carrera para no cansarlo ante la perspectiva del
esfuerzo- cuando me confió: "Va a llover. La
carrera en serio será de la mitad para adelante. Preocupate por estar alerta". El me aviso a mi.
A mi impaciencia juvenil y a mi libreta. Mi primera
libreta de periodista ... (A nuestro lado, también conservo a Carlos
Mentiteguy, probándose unos guantes
calados. Y fumando).
¿Y por que no puede ser lo mejor aquello que termino
en luto?.
Te digo que por un reglamento confusamente
estructurado encaro la Buenos Aires - Caracas como todos.
Con la obligación de largar al día siguiente desde la posición que ocupara en la
clasificación general. Fuera a
que fuera. Entonces camino de Salta -la linda- y mucho
antes del calvario de Tumbes, el rezongo de un
diferencial, mortificados piñón y corona, cayendo al
fondo. Desde ese fondo tuvo que remontar hoy y volver a
empezar mañana y al día siguiente, y al otro día...
Tengo mi planilla de tiempos. Te la puedo mostrar. Lo
veras superando corredores una y otra vez para volver a
caer en ese abismo de cifras ordenadas y dispuestas por
la fría letra reglamentaria. Hasta que se junto todo,
justo cuando empezaba a recomponerse su viaje
Un amago de
revolución, un sueño
interrumpido para todos, la salida a escape y de noche
desde Lima, la falta de reconocimiento de un camino que
al final llegaba hasta el corazón de Venezuela, un
pueblito pintado de blanco y la angustia que se tiño de
sangre...
Así
puedo seguir horas y horas. Días. Fangio.
¿Quien es Fangio?.
Cuando las 84 Horas de Nurburgring y los Torino de la
Misión Argentina paralizaron al país con una prodigiosa demostración que capitalice la referencia de aquel
taximetrero que transportándome desde Adenau hasta
Frankfurt, al enterarse que entonces compartía mis días con el, me refirió
que Alemania había tenido grandes
glorias en el automovilismo pero que todas esas glorias habían muerto después
de equivocarse. Tendiéndome deferentemente la clave de la admiración sin limites que
se tiene en ese país por Fangio, me regalo esta corta
frase "El nunca cometió errores".
Lo vuelvo a ver en esa misma Alemania, unos meses
atras, apenas, cuando celebro junto a Daimler Benz su
primer fresco siglo de vida ("¿Viste? El auto
me lleva apenas 25 años), aplaudido por toda una
multitud mientras lo presentaba orgullosamente Niki Lauda
y le formaban corte audaces como Jack Brabham, Phil Hill,
Mario Andretti y James Hunt, con los que disfruto de una
velada que la televisión alcanzo a los principales países del centro de Europa. Teniendo tiempo
-haciéndolo- en ese
precioso momento, para acercarse y saludarnos a los
periodistas deportivos que allí estábamos invitados por
Mercedes Benz de Argentina.
¿Sabes que el
egoísmo no forma parte del bagage de
Fangio?
El tremendo respeto que siento por este hombre va
mucho mas allá de sus cinco títulos. Sus prodigiosas
hazañas deportivas enriquecieron mi juventud. Hoy,
mientras mis cabellos encanecen, vuelvo a encontrarme con
su mirada acelerada, mientras lo recuerdo. La mirada con
la que lo identifique siempre. Vuelven a temblar mis
piernas cuando recuerdo que al retirarse de las pistas reunió a los periodistas para darles testimonio de su
agradecimiento. Por haberlo acompañado en sus campañas.
Por haberse ocupado de el. Por haber difundido sus cosa.
¿Lo sabias? ¿Has sabido de algo igual?
De aquel selecto grupo de veinte hombres
de la prensa, yo era el mas joven. Y seguramente el de
mas rudimentarios conocimientos. El mas nuevo.
A la
hora de despedirse de ese mundo de las pistas y
distancias, no olvido a uno solo de los que poco o mucho
nos habíamos ocupado de el. Fue entregando, uno a uno,
medallas bordadas en plata y oro que había traído de
Italia, agradeciendo el tiempo que se le había concedido. (Después, una larga noche, fui despertado a punta de
pistolas. Y entre muchas otras cosas, mala gente me
despojo arbitrariamente de este trofeo. Lo que no me
pudieron robar esos ladrones fueron las palabras que
Fangio me entrego junto con esa medalla. "Gracias,
Gracias por haberme acompañado, Conta siempre
conmigo").
Juan Manuel Fangio. "Gracias a la vida",
canta la voz lacerada de Violeta Parra, desde una
iluminada eternidad. Yo le doy gracias a esta bendita profesión que me permitió
conocer a Fangio. Yo también puedo dar las gracias por haber compartido parte de toda
esta singular historia, introducirme muchas veces de
rodon en su vivencia, sin necesidad siquiera de
pronunciar palabra alguna.
Como el
café que en silencio disfrutamos juntos, la
ultima vez, en Alemana. Cuando su gris mirada paseo por
encima del viejo circuito de Nurburgring.
Los duendes de la velocidad, respetuosos una vez,
hicieron piadosa escala en torno nuestro. Anochecía.
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No
siempre corrió Fangio con Chevrolet, como muchos creen. En Mecánica
Nacional lo hizo también con Ford en 1948. Aquí en el bosque de La Plata
Una
de sus hazañas en la Formula 1; cuando gano bajo la lluvia torrencial
el Gran Premio de la Republica Argentina en 1954. Imbatible en todo
terreno.
Con la Mercedes Benz 196,
carenada especialmente para Monza. Fue el 11 de setiembre
de 1955 cuando gano nuevamente el Gran Premio de Italia.
Barrero, tierrero, veloz
también en el TC: el Gran Premio del Sur de 1942 lo tuvo
como gran protagonista. Aquí llega a la ciudad de Bahía Blanca
Exhausto,
transpirado, todavía temblando por la tensión. Acaba de dejar su
Maserati 250 F con la que venció en la increíble carrera de Nurburgring
de 1957, su máxima hazaña. Para muchos, lo mas grande de todos los
tiempos
Vea también
José Froilán González
"Silverstone, una Ferrari y yo..." Revista Corsa Nro 581. Julio de 1977
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