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Gran
Premio de Argentina 1995
Volver
a gozar
Por
Raul Barceló
Revista
Corsa Nro 1497 - Abril de 1995
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Carlos
Reutemann, de nuevo piloto
Jueves
6 de abril de 1995. El dia que el gobernador de Santa Fe volvió a ser
"el Lole" Una película protagonizada por el Primer Actor Carlos Alberto Reutemann. Sobre una realización de: Ferrari Reparto Corse. Advertencia: No aconsejable para nostálgicos y melancólicos.
El film se ambienta en el viejo Autodromo de la ciudad de Buenos Aires, el 12 de abril de 1981. Las tribunas, absolutamente repletas, saludan con vítores cada movimiento de la figura estandarte de los argentinos en el automovilismo mundial.
La tensión en el equipo se percibe con nitidez.
Cuando el motor de su Williams rompe el silencio
del mediodía de ese lejano domingo otoñal y sale a pista, la emoción
corta el aliento de las 60 mil almas que inundan el coliseo.
Una espesa
nube de papelitos blancos, tradicional manera de la “popular” de
saludar a sus ídolos, cubre la recta principal del Autódromo. El
cemento se abanica al compás de esa masa rugiente que quiere ver a su
piloto, ganar por primera vez en su país, y en el día de su cumpleaños. No podrá ser. Ni en la ficción el destino le brindará esa oportunidad
de festejar entre los suyos. Se le escapó por muy poco. Un segundo puesto premia su
esfuerzo y el “Feliz Cumpleaños” que
le tributa la gente “a capella”, todavía resuena en los oídos de
quienes vivimos ese emotivo momento.
Sería el último contacto del
piloto y su público. Ese año no pudo cumplir su sueño de Campeón
del Mundo, y en la temporada siguiente, a poco de comenzar, decidió retirarse definitivamente del automovilismo profesional.
Pasaron 14 años desde esa
escena. 13 años más tarde de su
despedida de la máxima categoría. Ocurrió el 6 de abril de 1995,
con casi 53 años de edad, con su físico cuidado y atlético. Con una
notoriedad potenciada, ya que a su condición de deportista popular,
suma su cargo de Gobernador de la Provincia de Santa Fe.
A las 9,15 de
ese jueves en que la Fórmula Uno volvía a transitar por el ya
remodelado autódromo porteño, el ex piloto ingresó al sector de
boxes. Acompañado por su hija Cora, se le notaba la ansiedad. No era un
día más...
Durante esa jornada volvería a sentarse en un F.1. En una
conversación de pocos meses atrás, Luca di Montezemolo, presidente de
Ferrari, y
Bernie Ecclestone, presidente de la FOCA, habían acordado darle este
gusto a “Lole”.
Ferrari hizo el sacrificio... Trajo un auto más (el
que corrió Berger el año pasado en Australia), que, por los cambios
reglamentarios, quedó desactualizado pero en perfectas condiciones
de uso. “Lole” se fue al box donde la
Ferrari con el numero 11 (el que
él usaba cuando corría para la casa italiana) lo estaba esperando.
Quedó solo con su vieja amiga. Le dio una vuelta completa y la cara se
le iluminó: “No lo puedo creer... Es una Ferrari de verdad.”
En plena acción haciendo delirar a la gente en las tribunas
A los
pocos minutos, cerca de una veintena de fotógrafos y camarógrafos se
atropellaban entre sí en la entrada para grabar un momento muy
especial. Se acercaron tres mecánicos, a uno de los cuales conocía de
su paso por Módena. Se probó la butaca que estaba fuera del vehículo
y comprobó que no podría entrar en ella.
Luego se calzó el buzo
antiflama que utilizaría en su “Volver a Vivir”. Era como si el
tiempo no hubiera transcurrido. De un bolso rojo enorme, como el que
llevaba a las carreras (o quizás, el mismo) extrajo el casco, el de
siempre, el de la franja amarilla, y la capucha ignífuga.
Luego se
incorporó al cock-pit sin butaca e inició un ping-pong de preguntas
y respuestas con sus asistentes, a los que les consultó todo (los
cambios de velocidad con el sistema automático que nunca usó, a
cuántas revoluciones cambiar, los valores de amortiguación, los
frenos, el visor, etc.). Tiziano Siviero, habitual navegante de Massimo
Biasion en Rally, fue encargado por Ferrari para que al ex volante no
le faltara nada.
Con su concentración característica, Carlos
explicaba:
“Desde que me retiré, giré una sola vez en Le Castellet,
en 1986, con un Ligier. No me pareció tan diferente a los autos que yo
manejaba. Aunque las bases de conducción son siempre las mismas: cómo
entrar a las curvas, cómo frenar... Pero esto es otra cosa. Mi época
era muy dura porque era más insegura. Mientras yo corrí, murieron 17
pilotos; no es poco. En los 20 minutos que voy a girar, va a ser
imposible darme cuenta de
dónde estoy. Entre la caja nueva, los frenos, la potencia, voy a tener
un lío bárbaro en la cabeza...”
Ya era el
mediodía. La F.1 había
comenzado a transitar. Las pruebas de “Lole” habían quedado para
la tarde; pero la lluvia lo complicó todo. A las 15.15 hs, ya
finalizada la sesión de entrenamientos, no se había movido una sola
persona de las tribunas, pese a que la lluvia era débil, pero
constante.
Los periodistas más veteranos, se preparaban para volver a
experimentar lo de tantas jornadas gloriosas y otras no tanto, de años
atrás. Los más jóvenes, que leyeron y escucharon mil historias
contadas por otros, se alistaban a presenciar un momento singular. Y el
publico, desafiando al tiempo, explotó cuando la roja máquina de
Maranello salió a pista.
Una
vuelta y a boxes. Nos miramos entre todos, preocupados; ¿no lo podrá
llevar en el agua?, ¿por el piso mojado, tendrá temor a golpearlo?.
Cualquiera de las alternativas hubiera sido justificable, pero no.
Enseguida volvió al circuito y giró. ¿Le van a tomar tiempos?,
preguntaban algunos, como si eso fuera una irrespetuosidad, pero con
deseos de saber que hacía en los relojes.
2m21s21
en la 1era, 2m15s91 en la 2da, 2m14s68 en la 3era, 2m13s92 en la 4ta,
2m13s04 en la 5ta y 2m11s49 en la 6ta y última.
Schumacher,
10mo tiempo en la tanda
con piso mojado, había marcado 2.08 y monedas... Sencillamente,
impresionante. Habría sido lógico que no se animara a salir con piso
mojado, o que no lo acelerara. Sin embargo, aceptó el desafío y cumplió de la mejor manera.
Con una amplísima sonrisa,
declaraba:
"Tuve mucho cuidado y puse mucha atención ya que
volver a subirme a un auto de estos sobre la pista mojada, con la
potencia impresionante que tienen, era muy delicado ...
Me sorprendió
frente a los boxes. Debe haber un problema en la composición del
asfalto, porque hace unos movimientos muy bruscos. La diferencia
fundamental que encontré con los de mi época, es la potencia. Es brutal...
Acelera de una manera que no sabés dónde va a ir a parar. La caja de
cambios es fantástica. Se pueden poner los cambios en la mitad de las
curvas, o donde se te ocurra. No, nunca me perdí, siempre supe en qué
marcha estaba. Es mucho más fácil que la caja manual.
Ahora no movés
ni la mano ni la pierna, y eso es una enorme ventaja. Me adapté
rápido. Pero insisto con la potencia: es la gran diferencia. A los
frenos no los pude probar por la lluvia, así que no sé.
Me queda la
sensación de haber hecho algo que hice siempre... Cuando transitaba
por la ‘viborita’, la curva del Ombú, sentía que lo había hecho
hace poco, como si no hubiera pasado tanto tiempo.
Pasaba la ‘viborita’,
buscaba la misma línea, doblaba a la izquierda; después el Ombú,
pasarse un poco, volver... Es cierto, fui mejorando progresivamente. Lo
que pasa es que no lo aceleré a fondo, lo iba conociendo.
El
acelerador está muy largo, para mi gusto habría que acortarlo un 50
por ciento. A mí me gusta el acelerador bien ‘al pie’, bien cerca.
¿Mi sensación? que no está tan lejano de lo que yo hice. Estoy muy
contento...”
Y se fue a dar la cara a la
tribuna, que lo aplaudió
como en aquellas jornadas de gloria. Se quedó mirando en silencio un
rato que pareció una eternidad. Y en la transparencia de sus ojos dejó
traslucir el agradecimiento y una inmensa alegría, ésa que este
hombre de pocas palabras, quizá no pueda verbalizar.
Ese mensaje que
sólo interpretan los que “sienten” a través de todos los poros
de la piel. Fue un diálogo de miradas entre el ídolo y su público que
no lo olvida. Y él cumplió su sueño. Había hecho así fuera por
siete vueltas, lo que más ha disfrutado en la vida: conducir un
Fórmula Uno.
Fin. Aunque volviera a
hacerlo.
Raúl Barceló
Fotos: A. Capria, M. Tillous, A. Rivas y G. Lopez
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