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Historias del automovilismo argentino
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9no Rally París - Alger - Dakar 1987

 

A la carrera más difícil con dos Renault 18 Break 4x4
(Ultima parte)

 

Revista El Gráfico 3512. Enero de 1987

 

9no Rally París - Alger - Dakar 1987

Fueron 22 días alucinantes. Sólo 140 sobrevivientes han derrotado al mar de arena, piedra, pobreza, desolación y privaciones. Son como fantasmas con rostros demacrados que apenas pueden entregar una lágrima para festejar la hazaña de encontrarse en Dakar. Al final ganó Ari Vatanen

La conclusión, resumida por Carlos Sarthe, uno de los integrantes del equipo argentino: "Nunca pensamos encontrar ese calvario".

¡Fffffssssss! Una ráfaga de arena envuelve su relato. iTacatacatac! Sus cuerpos son taladros en medio de esos autos heridos por el camino serrucho y torturador. Todo se mueve. ¡Aaaahhhhhh! El grito oscuro, olvidado y amenazante del touareg obliga a la atención, al esfuerzo, a la solidaridad. ¡Brrroooom-mmmm! El ruido burbujeante del motor es un colchón térmico que abriga sus cuerpos helados. Hace frío y hay que dormir arriba del capot. Y ahora el auto que se descompone. Y hay que salir ( ).

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El diálogo sin palabras con un trashumante de El Golea -con gestos y ademanes- quiere sacarlo de este infierno. Se esfuerzan. Tienen que entenderse. Hay que salir de esa noche sin luces. Solos, en la madrugada del desierto africano. Solos en África ...

9no Rally París - Alger - Dakar 1987
Aquí nos quedamos, la indicación corresponde a Carlos Sarthe

Buenos Aires. Buenos Aires, hoy. Lejos de la geografía de aquel abismo sin igual. Latente, palpable en cada palabra, en cada gesto, las imágenes que cobran vida. Las recrea Carlos Sarthe (el único de los seis aventureros argentinos que están en Buenos Aires, el resto -salvo Daniel Gil, en España- está "guardado" con sus familias), y entonces su relato es el relato de todos.

El equipo está de vuelta en Argentina. Y junto con el polvo del desierto, el frío y el hambre está la historia misma del rally. Esa que hay que escucharla.. .

"Lo nuestro no es fracaso ni mucho menos. Para comprobarlo sólo hay que analizar un dato. Cuando abandonamos ya lo habían hecho el sesenta por ciento de los vehículos. Cuando la competencia llegó a la mitad del recorrido, de los 541 que largaron sólo quedaban 170. Este sí que es un rally de subsistencia. Acá tiene un valor real aquello de lo importante es llegar. El que se mantiene es un héroe.

Claro, mucha gente cree que el rally recién comienza cuando se entra en el África. Nada que ver. Para nosotros comenzó cuando embarcamos los autos hacia París. Llegaron el 16 de diciembre, pero por un problema aduanero recién los tuvimos una semana después. Los arreglos que teníamos que hacer en siete días los terminamos en cuatro.

Cuando pusimos todo a punto, recibimos el primer revés: fue el 29 de diciembre, día de la prueba administrativa y técnica, en Rouen, durante la verificación de todos los vehículos. Nos cuestionaron el ancho de las medidas de las cubiertas SG90 de Pirelli, una barra transversal que las breaks no necesitan pero que a nosotros nos pidieron -son los pruritos de los fiscalizadores- y una cuestión terminó de perjudicarnos: nosotros, para alivianar el peso del vehículo, cambiamos los vidrios de atrás por una plancha opaca de aluminio.

Por eso nos pasaron de la categoría 4 a la 6. Eso significaba conseguir un porcentaje de tiempo -con respecto al ganador de la categoría- mucho más alto del que teníamos previsto. Pero bueno, no había nada que hacer, estábamos ahí.

Largamos desde Versailles hacia Barcelona y eso fue toda una fiesta. Gente, gente por todos lados. Gente que se tiraba encima de los vehículos, para tocarte, para desearte suerte. Te tiraban frutas, comidas. Hubo un padre que le quitó a su hijo un jueguito de taca-taca -esas dos bolitas que hay que hacerlas chocar y las metió dentro de nuestro auto-. Ahí nos dimos cuenta de lo que significaba el rally.

Ver a esa gente durante la noche, con el terrible frío europeo sobre su cabeza pero sin moverse. Y pensamos todo lo que realmente había hecho el pobre Thierry Sabine. El millón de personas que esperaba a la caravana en Barcelona era impresionante. Creo que llegamos a llorar cuando vimos ese camino humano recibiéndonos..."

Carlos Sarthe no para de hablar. No puede. Está metido en pleno rally, hasta que la caprichosa casualidad quiere que a través del teléfono llegue la voz de Orlando Ríos desde Saint-Louis, a sólo 250 kilómetros de la ansiada Dakar.

"Orlando, sos un héroe. Vos allá a un paso de la gloria en medio de África. y nosotros en el veranito de Buenos Aires. ¿Cómo andás, cómo estás? ¿Te acordás del "Tipasa"?

Siguen hablando un rato largo. Pero esa palabra "Tipasa" engancha el recuerdo de Carlos Sarthe:

"No se puede imaginar lo que era ese barco argelino. No me olvido más. Con él cruzamos el Mediterráneo para llegar a Argel. El olor, no de días, ¡de meses!, penetrando todo. Y encima el trato. Allí llevábamos 48 horas sin dormir. Pretendimos darnos un baño. Por arriba caía agua, pero por abajo veíamos flotando estiércol. Pensamos: Después de pasar esto, ¡qué nos puede quedar!'.

Pero había más. . . La corrupción de los argelinos -desde la criatura que está rodeándote por hambre, para ver si te puede sacar algo, hasta el policía o el aduanero que te chantajea-. No te podés descuidar. Y encima, con el problema del idioma. Si sabés francés te podés amañar. Si no, no te salva ni Dios. Yo era el único que sabía, así que hacía un poco de director de relaciones públicas.

¿Sabés que nos pasó en Argel, cuando estábamos haciendo unos trámites de migración? Subimos a un taxi, le dijimos que nos lleve al lugar donde estaban los autos, y el chofer -al darse cuenta de que éramos corredores- paró el auto en el medio de la calle y dijo: Yo quiero correr el rally. Quiero ir en su auto. Yo seré el piloto. Y gritaba, se enojaba, gesticulaba. Nosotros le contestamos: Sí, está bien, está bien, pero no entendía. Ya no sabíamos qué hacer para lograr que siga, hasta que se me ocurrió decirle que para correr tenía que mandar una carta al presidente de la Asociación de Pilotos para Competencia y le di mi dirección. Ahí se quedó tranquilo y seguimos viaje. ¡Me puedo llegar a morir si recibo un día de éstos esa carta!"

Argel. Primer contacto con tierra africana. Punto inaugural de la segunda etapa. El coche 237 (Sarthe, Gómez Comelli y Safar) largaba en el puesto 176. Unos 623 kilómetros aproximadamente lo esperaban hasta Ghardaia. Otros 455 más hasta El Golea. Allí van..

"Largamos normal, pero ni bien entrás a recorrer el camino -mejor dicho el camino que uno hace- te querés morir. Salís de unos serruchos rocosos, en los que hay que ir a 20, porque temblás todo, y entrás en los fesh-fesh, una arena hecha polvo que es dura arriba, pero cuando el peso es grande te hundís, porque abajo es salinidad. Como eso antes de ser desierto era mar, del agua sólo quedó la sal. Ahí todos se meten y se quedan. Todos.

"Viajamos toda la tarde, llegó la noche y a 80 kilómetros de El Golea se nos queda el coche 238. Como no podíamos llevar walkie-talkie ni radios, nos manejábamos con señas de luces. Paramos y empezamos a trabajar con el auto. Tenía los dos semiejes rotos. Tratamos de calzarlos con alambre. Eran más o menos las dos de la mañana y no creo errar si digo que hacía unos 20 grados bajo cero. No lo sentíamos. Queríamos terminar para salir de allí.

Estábamos solos. Absolutamente. Hasta que por ahí aparecen dos ráfagas enormes de luces a nuestro lado: eran los camiones escobas que la organización TSO pone para levantar a los que se quedan. ¡Arriba del camión o se quedan!', nos dijeron. Y no tuvimos opción.

Nos acordamos del consejo que nos dio mucha gente: 'No se separen de la organización!'. Y nos fuimos: los tres del coche 238 (Buteler, Gil y González Virgili) en el camión y nosotros con el 237 siguiéndolo atrás.

Otro infierno. Ese camión subía y bajaba las dunas a 100 kilómetros y nosotros atrás. No sé cómo aguantaba.

"Llegamos a las seis de la mañana a El Golea. Por 10 minutos perdimos a Orlando Ríos, que tomó el avión de la organización y al que nunca más vimos. Había que recuperar el auto. Conseguimos un beduino con un jeep Nissan y pagamos unos 2.000 dinares. El tipo hablaba y gritaba porque nosotros le dijimos que el auto estaba a 30 kilómetros y en realidad nos habíamos quedado a unos 80.

Anduvimos buscándolo hasta que vimos un punto blanco arriba de una duna: era el nuestro. Estaba con las ventanillas rotas, sin relojes, sin las bolsas de dormir, con los papeles revueltos... Nada nos importaba, sólo volver a El Golea para repararlo.

Lo llevamos a la rastra, pedimos utilizar un taller mecánico. Lo único que había era un soldador autógeno y allí cambiamos los amortiguadores y la parrilla delantera, soldamos la parte de la dirección de los ejes y semiejes, y dijimos basta.. . Sólo había que volver a Argel para después pasar a Europa. Se terminaba todo..

"Había un coche en condiciones de seguir: el 237. Pero la decisión, la solidaria decisión, fue tomada: No seguimos. ¿Por qué?

"Por varias razones: 1) No separarnos más y dejar a la gente del otro coche en banda. 2) La etapa que seguía era El Golea-In Salah, durísima. 3) Teníamos los repuestos en los dos autos. Eso fue lo principal. . ."

Fueron a la romántica aventura de lo inesperado. Conocieron. Experimentaron. Vivieron todo. Ya están pensando en la edición '88 del rally: "Todavía nos falta mucho por hacer". ¿Y quién le quita lo que ya hicieron?

Por Hugo Suerte
Fotos Mario Manusia

El abandono de los Argentinos: "Fue en el desierto de El Golea. Se nos rompió la suspensión, dejamos un auto y lo recuperamos saqueado"

9no Rally París - Alger - Dakar 1987
González y Buteler antes de partir hacia El Golea leen el menú. Después abandonarían

La historia fue breve, aunque fuera, mucho el coraje. Luego de un enlace sin incidencias bajo la lluvia francesa y una breve estada en Barcelona, los conductores argentinos -Sarthe, Comelli y Safar en la Break 237, y Buteler, Gil y González Virgili en la 238- embarcaron en el ferry Tipasa.

Bajaron en Argelia con rostros fantasmales, cansados por el hacinamiento y el mal olor del barco argelino. Como consuelo recibieron una invitación para cenar y una insólita confesión de Suzzane -quien era la compañera de Thierry Sabine- y Patrick Verdoy, el actual organizador del rally:

"Será casi imposible hacer el rally París-Pekín. Nos gustaría hacer algo en la Argentina,"

Quedaron en seguir hablando. mientras yo trataba de salvar los interminables trámites en el aeropuerto de Argelia donde, entre otras cosas, debí hacer un depósito de 300 dólares obligatorio por disposición del Banco Central de ese país. A cambio me dieron dinares (moneda argelina) que luego no recompraría el banco, ni nadie en el mundo. Un impuesto encubierto. Una especie de "peaje" como el que aplicaban los touaregs hace siglos.

Cuando nos juntamos, los muchachos partían desde Ghardaía hacia El Golea. Tenían que recorrer 450 kilómetros. Llevaban sus sueños, aunque ya sabían que sus medios eran muy modestos, humildes comparados con los verdaderos tanques del desierto que son los jeeps Mitsubishi, Toyota, Nissan u otros especialmente construidos y equipados con motores diesel.

Me desesperé en El Golea esperándolos en el terrible frío de la madrugada. Seguí desesperado arriba del avión ya sabiendo (un escueto mensaje recibido en el DC-3 daba cuenta de que los habían visto parados) que tenían problemas. Recién el martes me confirmaron su abandono y pude, mediante radio-teléfono, hacer contacto con ellos:

- ¿Qué pasó?

Fue en pleno desierto de El Golea, Orlando. Una pesadilla. La etapa era terriblemente dura, imposible para nuestros autos. Eran cientos de kilómetros de serruchos, piedras, arena. Un infierno, realmente un infierno. Se rompieron parte de la suspensión delantera, el puente de la dirección y una parrilla trasera en la 238 que íbamos Gil, Buteler y yo (González Virgili).

Estábamos más o menos en la mitad de la etapa y cambiamos la parrilla trasera, además de arreglar algunas otras cosas como pudimos. Seguimos viaje, pero ya estaba casi oscuro. Los otros muchachos con la 237 estaban con nosotros y juntos estuvimos navegando durante gran parte de la noche.

A eso de las cuatro de la mañana se terminó de romper el auto, así que decidimos hacer noche ahí mismo. Como a media mañana aparecieron los camiones "escobas" (encargados de recoger a los que quedan en el desierto); tuvimos que dejar la 238 y en la 237, siguiendo al camión, llegamos a la ciudad.

Allí nos organizamos con, digamos, baqueanos del desierto, para tratar de recuperar el auto. Salíamos nosotros con un coche alquilado y Safar y Borda con la Renault Break.

No sabíamos exactamente el lugar, porque la navegación de noche es difícil y el desierto todo igual. Tardamos dos días hasta que Safar y Borda lo encontraron. Te podés imaginar que le habían roto las ventanillas y se habían robado montones de cosas.

Conseguimos repararlo como para poder engancharlo con los otros autos y llevarlo hasta un pueblito cercano a El Golea, que parecía de un cuento de Ali Babá.

Consiguieron soldarle el puente de la dirección y armarlo más o menos. Estuvimos más de un día trabajando y nos largamos a hacer los 2.000 kilómetros de vuelta hasta Argel. Así llegamos hoy, viernes, a Barcelona y te contactamos para que te tranquilices.

- ¿Cómo van a hacer?

Estamos tratando de juntar todos los repuestos y embarcarlos con los autos para Buenos Aires. Chequeá que los que teníamos en el camión nos los manden para acá, por favor. Los de París ya están en viaje.

Te digo que el cambio de categoría de maratón a prototipos (eso los obligaba a realizar otro porcentaje de tiempo en relación al puntero de la categoría, es decir a Vatanen o Mehta) fue lo que nos destrozó.

Jamás pensamos que hubieran lugares así para correr en auto. Había kilómetros de rocas altísimas y después de cientos de metros de serrucho de 60 cm de hendidura como si fueran olas de río. Pero, en cambio, tenés que ir rápido para pasar la arena blanda y de pronto caés en esos serruchos o te das con las rocas.

Es un castigo tremendo, insólito, insensato para los autos. Nosotros al tener que forzar las velocidades destruimos los coches. ¿Sabés cuál es la diferencia? Que ellos llaman autos, a lo que nosotros llamamos camionetas. pick-up, rural. ¿Qué le vas a hacer?

Los seis te mandamos un abrazo y cuando llegues a Dakar tomate un trago de champagne por nosotros y nuestro sueño. Metele que te seguimos leyendo en revista. Suerte, Orlando.

En medio del desierto se me cayó una lágrima. Como cuando era chico y se me rompía una ilusión.

Orlando Ríos

9no Rally París - Alger - Dakar 1987
El ganador del rally, Ari Vatanen, y esta postal en medio de la etapa Atar - Nouadhibou. El finlandés encaró sin cuidado este tramo plagado de estiletes mecánicos y restos de vías. Tuvo varias pinchaduras, en una de ellas llegó a prestarle una rueda el keniano Mehta, quién lo pasó y en un determinado momento volvió sobre sus huellas para entregarle otra. ¿Cómo se enteró de la nueva pinchadura?. Desde el mismo lugar en que se quedó el puntero se elevaba un helicóptero del equipo Peugeot. Estar intercomunicados estaba prohibido

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Gustavo López Productor de seguros

Carta de un hombre horrorizado

9no Rally París - Alger - Dakar 1987
Orlando Ríos, nuestro enviado especial a la París Dakar en la llegada a In Salah. Simplemente un cartel en el desierto. Nada más ...

Niamey, 12 de enero de 1987

Queridos hijos: Van trece días de esta alucinante aventura que es la París-Dakar. Y llevo casi un mes sin verlos. Ni se imaginan cuánto los extraño.

Les escribo desde Nigeria, un país tan pobre que es como para no creer, con una pobreza extrema, que lastima, que duele. He pasado por Agadez y creo que el recuerdo de esta ciudad -¿será en verdad una ciudad?- me acompañará toda la vida como una lección inolvidable de miseria y horror.

Las casas, de algún modo debo llamarlas, son de barro y no hay agua, ni luz, ni gas, ni asfalto. La tierra árida, el desierto cruel, dramatizado por la imagen aterradora de miles de niños hambrientos, absoluta y acaso definitivamente analfabetos.

Aquí la primera palabra que aprenden no es "mamá" sino "cadeaux" (regalo), la única que pronuncian para pedir limosna.¿Qué piden? Una moneda, algo para comer -lo que sea-, biromes, remeras con inscripciones que para ellos significan lo más preciado, por alguna razón que no alcanzo a descifrar.

En Agadez la mitad o el sesenta por ciento de la población es musulmana y el viernes a la tarde, a la caída del sol, vi cómo los más viejos se inclinaban hacia el oriente para rezar, mientras del miranete de la mezquita más vieja, levantada en barro y conservada por la fe, surgía un impresionante gemido del sacerdote compitiendo con los ruidos infernales de los camiones del rally y que justo en ese momento pasaban por ahí.

Hacia la noche fui a comer algo a un restaurante tan precario como el medio que lo rodea, y las pocas mesas ocupadas fueron rodeadas súbitamente por mendigos con la mano derecha extendida, la mirada en un punto fijo, los harapos sucios.

Dejé mi plato de arroz con pollo (maloliente y aceitoso) porque le imagen de esa gente, la mayoría niños escuálidos, me quitó el hambre.

El dueño del local no tardó en retirar mi plato y estirarlo hacia los hambrientos, que devoraron los restos con fruición.

Pienso mucho en ustedes, hijos. Pienso en todo lo que tienen y en todo lo que nos quejamos. Pienso en Dios, que
nos sigue ayudando y pienso en los hombres que parecen empeñados en hacer sufrir a esta pobre gente condenada por siempre al hambre, la miseria y el dolor.

No pedí estadísticas. Con sólo verlos es fácil imaginar que viven poco, alejados de cualquier síntoma de civilización y humanismo.

Uno ve esto y compara la contradicción con los autos sofisticados que corren el rally que por estas tierras es esperado como una bendición. Porque junto con la caravana de quienes buscan la gloria deportiva o el placer de la aventura, llegan camiones que reparten agua, semillas, medicamentos y alimentos para paliar este horror aunque sea por unos meses.

No fue mi intención abrumarlos con este dolor que no puedo arrancar. Perdonen por intentar que lo compartan. Ojalá los ayude a reflexionar y a ser cada día mejores.

La carrera sigue, la vida continúa. Los abrazo muy fuerte, que Dios los bendiga.

Papá (Orlando Ríos)

9no Rally París - Dakar
Clasificación final por categorías
22 días desde el 1 al 22 de enero de 1987 a través de 14.000 kilómetros con autos camiones y motor
  Automóviles    
1 Vatanen - Giroux Peugeot 205 Finlandia
2 Zaniroli - Lopes Ranger Rover Francia
3 Shinozuka - Fenouil Mitsubishi Japón
       
  Camiones    
1 De Rooy - Geusens - De Rijt DAF Holanda
2 Loprais - Krpec - Stachura Tatra Checoslovaquia
3 Moskai - Joklik - Zalesky Liaz Checoslovaquia
       
  Motos    
1 Ciryl Neveu Honda Francia
2 Humberto Orioli Honda Italia
3 Gastón Nahier BMW Bélgica

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