4ta etapa. Diferencias como en un circuito. Aquella vez se trabajó en domingo. El valor del radio-aficionado. 5ta etapa. Gulle: "No sé si termino". 6ta etapa. Más dura que aquel inglés saca-fotos. Y 80.000 personas en la llegada de Lima ...
Domingo 24 de octubre
4ta etapa. Potosí - La Paz. 543,4 Km
Puede que haya sido éste, en la historia de ésta América del despertar, el día que el almanaque pareció volverse loco. Porque al influjo de aquellos hombres que se subían a coches que en muchos lugares atravesaron zonas casi vírgenes de semejante estruendo, la calma del tradicional domingo, casi siempre consagrada a la meditación en la iglesia y al puro encanto del disfrute de las horas sin hacer nada -todo un lujo para aquellas pobres gentes- aquella calma -digo- fue rota por los intrépidos de la Gran Carrera.
Aquel día, para ir desde Potosí hasta la Paz. Empujados por un reglamento que no les permitía siquiera tener en cuenta el paisaje deslumbrante, riguroso de piedra, cielo y distancia -nunca feraz- en lucha abierta en la soledad de los caminos para los que eran comunes las ruedas de los carros, las mulas, algunos caballos o un camión, muy de cuando en cuando.
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Así el feriado pudo ser, extrañamente, para la gente que aún en medio de esa soledad de paisajes perforados por los coches de carrera, tan insólito, como insólito era lo que veían sus impenetrables miradas.
Potosí había sido declarada villa imperial -cuenta la leyenda- cuando el indio Juan Guaica, al servicio de Juan de Villaroel, tuvo la gracia de descubrir las minas de plata del cerro de Potosí, en 1545. ¿Gracia o desgracia? Porque desde aquellos días arrancó una leyenda negra: los indios fueron obligados a servir en las minas para entregar el producto de los filones al implacable conquistador. Después, se agoto la plata. Fue el turno del estaño. Pero antes y después, del indio fue el sufrimiento...
La vigilia había resultado trabajosa. Y que las heridas no cicatrizaban fácilmente a esta altura de la carrera lo vino a señalar la referencia de las cuatro renuncias, a partir de las 9 de la mañana. El desusado horario había sido solicitado verbalmente por los pilotos, que a la primera demanda agregaron otra: "Largar con 1 minuto de intervalo entre coche y coche, en lugar de 30 segundos".
El Chevrolet de Juan Manuel Fangio trepando por una inusual (por el magnífico estado del piso) pendiente en Perú
Aquello, un poco como consecuencia de la demora en el reaprovisionamiento de combustible para seguir haciendo camino; esto, para evitar el polvo que se levantaba al paso de los autos y permanecía mucho tiempo suspendido, trastornando la visibilidad. La autoridad accedió a la doble solicitud, quedando atrás (y fuera de combate) José Froilán González, que no había podido completar una reparación a fondo de su automóvil, Alfonsaro, Remondino y Moss.
Ni ellos ni los que largaron ignoraban que la Gran Carrera tendría hasta La Paz una dura contingencia topográfica: trepar por arriba de los 4000 metros sobre el nivel del mar. Progresivamente, el ritmo del puntero de turno fue marcando la dificultad del episodio. Totora marcaba el arranque de la trepada. "Totora: caserío sin recursos. Teléfono a Potosí". Esto, en la hoja de ruta levantada por el ACA, venía a significar un par de cosas: la humilde rusticidad del control y su única conexión con el mundo exterior. El teléfono.
Pues bien, hasta Totora, completando 28 kilómetros apenas, Oscar -primero en el camino- corría a 62 km/h. Lo seguían su hermano Juan, Gulle, Marimón, Marcilla, Varoli, Bojanich, Kruuse. En solo 28 kilómetros y con un minuto de diferencia en la largada, Marcilla ganaba dos posiciones.
En Yocalla (46,8 kms.), Oscar en trepada rodó a 60 km/h. y en Tola-Palca (140 km.), la cosa fue más complicada todavía, porque el coche número 3 avanzó a 57,17 km/h. A sus espaldas se anotó el retraso de Gulle -el primer signo de debilidad técnica en la máquina del formidable "Ñato" de Mendoza- que en Challapata (206km.) recuperaba tiempo, circunstancia doblemente ponderable atendiendo a que la caravana le apuntaba a Las Leñas, 3100 metros sobre el nivel del mar. Después quedaron atrás Machacamarca, Oruro, Panduro y se llegó al poblado de Sica Sica. Entre este lugar y Patacayama, repentinamente, la caravana cambió su líder: Juan Gálvez pasó adelante, seguido por Marimón. A Oscar,
una piedra -con seguridad, la de un vado de un río seco- le había torcido la barra de dirección. Para peor, y probablemente en el mismo golpe, Oscar perdía el tapón de la caja de velocidades, que se quedaba sin grasa. Por esa razón, los últimos 95 kilómetros los hizo Oscar en 2da velocidad.
Así y todo, consiguió entrar 5to, a 9m33s de su hermano.
El de Oscar no fue el único retraso. Se les complicaron las cosas en el final a Kruuse por un lado, muy mortificado por sucesivas pinchaduras y a Ramonda, por el otro. Ramonda fue aventajado por Rubiol Roca en la general. Pero la altura no se "masticaba" a la gente. Hubo sólo dos abandonos ("Huasasquiche" y Quaglia), los dos por rotura de motor. En La Paz, descansaron la noche del domingo 20, 79 corredores. La pulseada con la Naturaleza
continuaba siendo vigorosa. Juan, aprovechando la bondad del camino en la parte final, levantó el promedio del día (superior a los 80 km/h.) y la diferencia con Marimón era de circuito: 1m 12s; ¡después de 543 kilómetros de camino! Además de un almanaque enloquecido, aquel domingo nació un ruido en la montaña que los mayores del lugar conservaron mucho tiempo como uno de sus
mejores y más sorprendentes recuerdos.
El Chevrolet "último modelo" del "Ñato" Pablo Gulle, aplastando la tierra
Martes 26 de Octubre
5ta etapa. La Paz - Arequipa. 546,2 Km
La sosegada ciudad boliviana de La Paz alojó durante dos lunas a la caravana. Empeñada en arrimar su fervor a la gente que corría, la que después de trabajar el domingo, había descansado el primer día hábil de la semana. El mundo al revés.
La carrera se volvió a largar en El Alto, después de un cruce sin barreras, con la aduana y un surtidor de nafta a la izquierda, apuntando a Guaqui.
Una lluvia torrencial que se descargó en la primera parte de la jornada redobló las dificultades de un día terrible. Se había largado otra vez a un minuto y la atención se focalizó de inmediato en dos polos de atracción: en Oscar, que iba adelante, abriendo empecinado el camino y en Fangio, que se había puesto en marcha desde el 40° puesto, como si tal cosa. Otra vez buscando superar autos en una gimnasia tan demoledora como riesgosa.
Siempre con Oscar adelante, se atravesó el límite con Perú, informándose entonces del vuelco sin consecuencias del "Joven Peduzzi". Adelante, Juan superó a Oscar; en el reloj, siempre Fangio. Asombroso.
Paradójicamente, en aquella etapa en la que se trepaba hasta "el techo" de la carrera (Alto de Toroya), merced a un generoso esfuerzo de los radioaficionados, la información fue tan constante como pocas veces.
"Los datos nos llegaban a Buenos Aires -recuerda "Pancho" Borgonovo- con alardes técnicos. Pero nada se escondía. Los números de los autos y las horas, los minutos y los segundos de esos autos. Con esa información, tanto nos enterábamos de la situación de la carrera como de la de cada uno de los participantes. Sin huecos ni blancos. Por eso supimos que en Juli, Juan estaba adelante. Y que en llave habían pasado los dos hermanos, casi juntos sus coches. Y que en Puno, otra vez despegaba Juan. Y que los dos se alejaban de Marimón, sin poder desprenderse de Fangio que en el camino ya había dejado 33 automóviles atrás...".
Aquel día también volcó Muñiz. Y abandonó Rosendo Hernández. Y llegaba con el coche en malas condiciones Pablo Gulle, que perdía su tercer puesto en la general.
¡Qué notable! Fangio, ganador de la etapa, avanzó once lugares en la general, trepando hasta el 29° puesto. Con Juan ganándole el segundo puesto en la general a Marimón por 3s2/5. Con los cuatro primeros (Oscar y Juan Gálvez, Marimón y Gulle, herido y todo), apretados en menos de una hora, después de marchar durante ¡3622 kilómetros, con 40 horas de acelerador!
Los de Rubiol Roca, Pascuali y el joven Trincavelli eran apellidos que le daban oxígeno a la carrera con sus nuevos afanes. Hasta allí, la Gran Carrera era una exigencia total y permanente. Sin concesiones. Esa noche, al retirarse a descansar, Pablo Gulle dejó escapar, agorero vaticinio. "Mañana, no sé si termino...".
Allá el blanco Dodge de Jorge Rodrigo Daly, dejando un poblado en Bolivia y teniendo toda la soledad por delante
Miércoles 27 de Octubre
6ta etapa. Arequipa - Lima. 1.092,2 Km
¿Dormir en Arequipa? ¿Fue posible que alguno de los viajeros pudiera dormir en Arequipa aquella noche del martes?
Es que por un lado, la caravana debía enfrentar al día siguiente otro extenuante "tendido" de casi 1100 kilómetros. Las famosas etapas - filtro de los Grandes Premios, que en este caso resultaba
doblemente devoradora porque los hombres ya llevaban una semana en el camino y los coches tenían más de 3000 kilómetros golpeando contra sus remaches.
De los 74 automóviles clasificados en Arequipa, únicamente se anotó la deserción de Julio Devoto ("Ampacama") al seguir la marcha con una luz de medio minuto entre cada participante en lugar de los diez segundos previamente acordados.
La hoja de ruta aquel día no les decía mucho a los corredores. Mejor, no les decía casi nada. "Hasta Chala -se puede leer en un momento- camino enripiado, salvo los últimos kilómetros llegando a Chala, que están pavimentados. De Chala a Lima, totalmente afirmado". Y el orden sucesivo de lugares: Arequipa, Vitor, Tambillo, Camana, Ocoña, Pescadores, Atico, Chala, Nazca, Palpa, Ica, Chincha, Cañete, Chilca, Lurín, Villa y entrada a Lima por Limatambo. No era mucho ¿no? Oscar, otra vez entero -su habilidad como mecánico se notaba en cuanto disponía de un par de
minutos para "corregir" su coche- impulsó el ritmo.
Hasta Camana (186 km.) le había sacado cuatro minutos a Juan. Había problemas mecánicos, otra vez, para Fangio y para Gulle: aquél, por un vuelco y éste, por el estado de un coche que ya costaba mucho mantener en el camino. Siempre hay un parámetro para medir todas las cosas. Las dificultades, por ejemplo, en este caso.
Decir que se retiró Rodrigo Daly viene a significar que la gente estaba al borde de la "filtración", porque el esfuerzo era sobrehumano. Daly era un "duro". Uno de los más estoicos de aquel automovilismo. Para que el "inglés" dejara el campo, muy mal tenía que estar la cosa. Sobre todo si se recuerda que Daly siempre se había inclinado por presentar un coche fuerte y resistente (que no era veloz lo demostraba el puesto 45°, que ocupaba al finalizar la quinta etapa). Esta vez, el robusto automóvil del inglés "saca - fotos", como ironizaba amablemente el lírico de Vicente López (Pascuali), no podía seguir marchando. Daly, impertérrito -probablemente dolorido por adentro- siguió sacando fotos.
Aquella sexta jornada trastornó las posiciones de la clasificación general, en la que los tres primeros eran los únicos que sostenían empecinados sus zozobras. Probablemente por tal circunstancia, una multitud que los diarios más recatados del Perú estimaron en unas 80.000 personas, acudió a recibir en Limatambo a los participantes de la Gran Carrera.
Varoli y Marcilla ganaban el terreno que perdía Gulle (la alegría de uno podía ser la tristeza del otro), Bojanich continuaba inconmovible en el 6° puesto.
Trepaba firmemente Víctor García, como tratando de defender las distinciones mendocinas; el poeta Pascuali se entretenía haciendo nuevos versos y otro muchacho joven -Merino- figuraba entre los diez primeros.
La nota técnica la proporcionaba el repunte que en el promedio general establecían aquellos coches de carretera. Porque pese al largo camino de más de mil kilómetros, le agregaban al promedio de velocidad casi 5 kilómetros por hora (una auténtica maravilla), lo que servía para que los más deportistas pudieran hacer oídos sordos a una amenaza (se hablaba de una revolución inminente en el Perú) en tanto continuaba floreciente el campo de la anécdota.
"Es mentira que nosotros, los chilenos que estamos en carrera, hayamos pedido dinero para poder seguir. Algo de plata todavía tenemos", dijeron casi al borde de la legítima ofensa.
Según se avanzaba, desde Lima y apuntando a Tumbes, la caravana estaría casi a la vista permanente del frío Pacífico. Lo que nadie sabía es que el drama acechaba nuevamente, camino de Tumbes...
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