10ma etapa. Crecía el nivel de altura sobre el mar. Y los motores perdían potencia. La física, siempre fue insobornable. 11ma etapa. ¿Hubo un error estratégico?- 12da etapa. El Dr Mesples contraría a sus colegas. El adiós al amigo. Y aquellos viejos que solo eran "jóvenes con años"
Miércoles 2 de noviembre
10ma etapa. Pasto - Cali . 440,4 Km
Memoriosos -que los hay- afirman que la etapa corrida este día resultó ser la menos atractiva e interesante de la Gran Carrera.
Pero paradójicamente fue en el remate de esta jornada -en el marco de la familiar silueta de la Ciudad de Cali- cuando empezó a cobrar un enigma de apasionante tratamiento. Pero no quiero saltear los tiempos. La cuestión será trazada mas adelante. Ahora, imaginariamente, vuelvo a partir aquella mañana de noviembre, desde Pasto sobre "camino construido de piso firme", atravesando una zona montañosa.
El caserío de Cartago esta a poco mas de 84 kilómetros de la salida de Pasto. Oscar continuó enseñando el camino, despegado cinco minutos -nada menos- de su hermano Juan. A continuación se ordenaban Marimón, Merino, Bojanich, Víctor García, López, Ataguile y Maineri.
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En Dos Ríos creció notoriamente Juan, al punto que hubo radio-aficionados que le informaban al ACA, que los dos coches -el 3 y el 9- avanzaban casi juntos por distintos lugares.
En La Unión, a 165 kilómetros de la salida, se detuvo un momento Luis F. González y llegando a Timbo (259 kilómetros), "por Carrera 7, antes de doblar a la izquierda", el impetu de Juan postergó en el camino a su hermano grande. Juan, recuerdan viejos moradores del lugar, se hizo de la vanguardia aprovechando las arideces del Río Timbo, salido de madre.
Mas adelante y cerca de Popayan, Balta rompió la caja de velocidades y en Popayan propiamente dicha, marchando la caravana a poco mas de 57 km/h, Juan aventajaba por medio minuto a Oscar mientras que el tercer hombre, porfiado, tenaz y constante, seguía siendo Marimón.
Orgullosa Popayán. Con dos "imponentes" hoteles. Lindberg, uno; Europa, el otro. Y nafta, teléfono, telégrafo...
El Ford del cuyano Víctor García, quien iba acompañado por Hilario Martínez. Fue aquel uno de los más importantes de esta era del Turismo de Carretera; al cabo de doce etapas se mantenía en el noveno lugar de la general, a 10 horas del líder Oscar
Aquello de una etapa sin matices, en realidad no lo fue tanto. López, vuelto al camino, se confundía notoriamente en su ruta y se llevó una pared por delante.
En Piendamó, casi a 319 kilómetros de la largada; Marimón cortó un palier y se cayó en clasificación, al punto que aquel día, el hombre de Cosquín -el ganador que sería de la Gran Carrera, nada menos- clasificó en el 37° puesto, a 1h47m de Juan, ganador de etapa, con un significativo promedio. Contra los 62 kilómetros de velocidad - promedio de Juan, Marimón marcaba 49,568 km/ h., apenas.
A la sombra de la Catedral de Cali, pasaron la noche los mismos 47 bravos que habían salido bien temprano de
Pasto. Una noche corta, que al día siguiente había que seguir corriendo...

El Chevrolet del porteño (de Almagro) Tadeo Taddía, quien con Cayetano Cosimano formaba una de las mejores tripulaciones de entonces (sobre el capó, la "correa protectora" de cuero London)
A modo de reflexión
Vuelvo a lo que me atrae. El problema matemático de las diferencias. Oscar llegó a Cali con 1h28m de ventaja sobre Juan. Separado por 3h42m de Marimón y por 5h26m de Marcilla. Reflexione por un momento sobre estas diferencias.
Repase el párrafo anterior con cuidado y recuerde todo lo que le era posible hacer a Oscar y a su talento. O a Juan y a.su concentración.
Dicho de otro modo: Oscar y Juan, aún corriendo uno con el otro, eran
-fueron- una unidad (aunque ellos mismos probablemente no lo supieran o no lo entendieran así). Oscar y Juan tenían a Marimón (3°), a 3h42m.
¿Qué cosa no podían hacer Oscar y Juan en ese tiempo?
Sí. Sé que es tarde e inútil volver atrás en la historia. Una cosa que muchas veces me interesó conocer y en la que siempre fracasé, porque la historia no vuelve atrás. Aquí, tampoco. La pregunta queda sin respuesta.
¿No fue un error estratégico de aquellos formidables hermanos encarar el remate de la Buenos Aires - Caracas como lo hicieron?

En la desolada altiplanicie de Arequipa -cuando aún la Gran Carrera estaba por el Perú- avanza la cupé Chevrolet 39 de Domingo Marimón a quien le servía de ladero Pedro Duhalde. Todo se empequeñece en ese paisaje ...
Jueves 4 de noviembre
11ma etapa. Cali - Bogotá. 527,5 Km
Tenaces, los 47 pilotos que habían diligenciado la décima etapa, se ordenaron a partir de las 6 de la mañana de aquel jueves, apuntando a Bogotá. En Tulua (118 kms.), Oscar y Juan -muy ligeros a favor del pavimento hasta Palmira- compartían el primer puesto por tiempo neto con 1h10m. Sacándole 40s a Maineri que se había adelantado en el camino a Marcilla, sin arrebatarle el tercer puesto en el reloj.
Después, una respuesta lógica. El
camino subía. Y bajaba el promedio.
Las novedades explotaban en cualquier momento. Primero fue Leizán detenido con problemas de suspensión. Después se accidentó sin consecuencias González en Bifurcación Armenia.
En la plaza de Cajamarca, como en el tramo anterior y una vez templados los
motores, Juan volvía a dejar atrás a Oscar, deteniéndose allí Beltrame con problemas técnicos. Unos 40 kilómetros más allá, desembocando los corredores en Ibargué (319 kms.), Oscar dejaba atrás a Juan mientras que Marimón se adelantaba a Marcilla para ser tercero en el camino.
Se detuvo Lorenzetti con problemas. Y al rato, también con dificultades, dos notables perdieron terreno: Marimón y Marcilla. Desde atrás, repuntaban Ataguile, Merino, Marchini y Taddía.
La noticia de un vuelco sin identificación del coche se ocupó de la novedad
en Girardot, casi a 400 kilómetros de la salida. Cinco kilómetros antes, se detenía el Dr. Pablo Mesples. El polvo del camino permanecía mucho tiempo suspendido. Por esto fue -cuentan- que González se llevó por delante el coche del Dr. Mesples que tuvo que abandonar. Ileso, pero sin auto.

El pampeano Juan Marchini (el máximo exponente de aquella provincia, que aún era territorio) arranca una etapa con su Ford, bajo la lluvia y entre doble fila de público. La adhesión del público fue total en todo el recorrido
Al fin, Bogotá
Aparte del estruendo de chapas aplastadas y faros rotos, no llegó más ruido que el del aguacero que cayó entre Mesitas y El Colegio, que complicó a los corredores porque esa era zona en la que el pavimento, vencido por el tiempo y consumido por el uso, ya no existía.
El Hospital San Juan de Dios, a la derecha. La Carrera 9. El Instituto de Radio a la izquierda. Un viraje a la derecha por la calle 10 (del Divorcio, la llamaban). Plaza Bolívar por izquierda. Capitolio a la derecha.
Bogotá. Oscar entró a las 15.31. Pegado, Juan. A las 15.44 Ataguile. Merino a las 15.47... Bajaban los ruidos de nivel. La gente se iba alejando. Llegaba la noche para ocupar su lugar. El viernes 5 de noviembre se trabajaría en los talleres. O se dormiría a pierna suelta, que la fatiga de los huesos pesaba como plomo.
Sábado 6 de noviembre
12va etapa. Bogotá - Cucuta. 598,7 Km
Largaron los 46 corredores sobrevivientes. Clasificaron todos. La gente había disfrutado, del último día de descanso en aquella trepada buscando Caracas. Según la hoja de ruta, el camino de aquel día en territorio colombiano, subía en los primeros 160 kilómetros.
En los siguientes 120 bajaba unos 600 metros para repechar violentamente después, puesto que en sólo 50 kilómetros, se trepaba hasta la Cumbre Páramo del Almorzadero a 1600 metros sobre el nivel del mar. Una exigencia para poner a prueba motores que ya venían castigados. Y no solo eso. Los repuestos empezaban a escasear. Como las fuerzas.
A todo esto, el Dr. Mesples, internado por un momento en Calarca en observación, antes de volver al camino para "acompañar" a sus amigos, lo hizo contra la opinión de sus colegas que no querían dejarlo abandonar el hospital. Los corredores cuando eran interrogados sobre el camino, tenían un juicio unánime: "Muchas curvas, muchas subidas".

Hay preocupación en el rostro de Marimón, pese a que hacía rato se mantenía tercero tras los hermanos de Buenos Aires. Entre los labios del coscoino, el toscanito que le diera el famoso apodo. La gloria aún estaba lejos ...
Adiós al amigo
Nada fue fácil. Nada fue cómodo. Dolía casi todo, porque de vez en cuando, alguna sorpresa agradable esperaba a los tenaces exploradores, como aquella copa de champagne con la que el riquísimo comerciante Víctor Bessudo ofreció a todos los componentes de la caravana la víspera de la salida de Bogotá, con el auspicio de la junta directiva del Automóvil Club de Colombia.
Entre tanto, aquel mismo día llegaban a Morón los restos de Daniel Urrutia. Una cantidad notable de aficionados se congregó en el lugar que fuera tantas veces el albergue para el arranque de esfuerzos automovilísticos colosales,
para recibir los restos del malogrado compañero de Juan Manuel Fangio, todavía lejos.
Urrutia fue trasladado desde el avión a un furgón. Y por tierra, llevado a Mercedes, mientras que el ACA designaba a su delegado en esa ciudad, Enrique Cores para que lo representa en el sepelio...
¿Quién les decía viejos?
Tadeo Taddía no había acudido a la Gran Carrera provisto de mucha velocidad. Su auto hasta había servido para que los pilotos menos avezados que habitaban América, pudieran preparar un Chevrolet como el suyo.
No era un muchacho cuando encaró la carrera. Aquel día, entre Bogotá y Cúcuta, Taddía cumplió el mejor trabajo de todo su viaje, ganándole al propio Marcilla encolumnándose en el tercer parcial, atrás de los Gálvez. También había caminado Fernando Nery que, como Taddía, registró en aquella jornada del 6 de noviembre de 1948, su mejor trabajo parcial con un 7° puesto. Tuvo problemas Marimón -11°, más de 53 minutos de los primeros- y a la hora de hacer las cuenta totales, observando la clasificación, el hombre de Cosquín -tercero- estaba 4h36m46s atrás de Oscar.
Uno no es monotemático. Pero ¿cómo perdió Gálvez aquella carrera?
Tan doloroso es no tener al interlocutor para que con su tradicional lenguaje me diera la contestación como haber dejado pasar la oportunidad para preguntárselo cuando la vida nos concedía el precioso don de tratarlo y sentirlo amigo durante un largo trecho de la vida que hoy, ceñido por este y muchos otros interrogantes, asoma escaso y por eso duele más...
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