Las primeras vivencias transmitidas desde el avión que la organización posee para seguir la competencia, cuando comenzaba la dura travesía por África. Sufrimos el infierno del Sahara
Es la madrugada del lunes 5 de enero para mí, y el monocorde ronronear de los dos motores del DC-3 en el que volamos rumbo a El Golea, en pleno desierto del Sahara, es un martirio al cual me había desacostumbrado con los jets.
Es casi medianoche en Buenos Aires y sé que la redacción está esperando estas líneas de cierre. Hay una sola manera de hacerlas poder llegar: el telex que lleva el mismo avión. De allí la transmisión pasa a París y ruego que llegue a Azopardo y México.
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Estoy angustiado, cansado y casi sin tiempo para pensar. Angustiado porque en la última comunicación recibida en esta oficina volante de la Thierry Sabine Organisatione (TSO) me dicen que uno de nuestros autos está perdido a 500 kilómetros de El Golea, viniendo desde Ghardaia. Aunque me tranquilizan diciéndome que vieron a los hombres trabajando en el auto, tratando de reparar y que todos estaban bien.
Lo único que pienso es si podrán llegar, aunque sufran recargo, aunque la Renault 18 esté herida. Me los imagino en medio de los 38 grados, sobre la arena que calcina y teniendo que meter las manos en los fierros hirvientes. Me desespera pensar que sólo podré tener noticias de ellos en In Salah, pero sé también que hasta Gardhaia habían llegado los dos autos, sin nada demasiado grave.
El cierre de la revista coincide dramáticamente con los movimientos de esta moderna caravana de nómades. La aventura acaba de comenzar, los sufrimientos recién se inician. Desde el mismo momento que pisamos Argelia. cada uno tomó su camino con los muchachos.
Yo en el avión, que comparto con los demás hombres de prensa, y ellos sobre los autos. Sentí y viví cosas que jamás me hubiera imaginado, cuando recién llevamos 12 horas adentrándonos en el Sahara.
Desde aquí arriba nos ciega con su resplandor. Allí abajo se transforma en un infierno sin rumbo, donde todo es igual, donde cada duna parece ser la primera y la última. La comunicación se corta, París no puede recepcionarla bien para retransmitirla. Cada línea es una hazaña. En el oasis de In Salah tendré tiempo y un moderno
telex para poder comenzar a narrar cada instante. Ahora, sólo tengo tiempo de contar cómo llegamos hasta aquí.
Foto Facebook Equipo Argentino París Dakar 1987 Renault 18 Break 4x4
Foto Facebook Equipo Argentino París Dakar 1987 Renault 18 Break 4x4
Combate en el barro
¡Qué sensación de alivio, y qué orgullo: estábamos en la largada, por fin!
Después de cuatro meses de preparación pasamos la prueba inicial más difícil con nuestros humildes (para lo que aquí se ve) coches.
Las dos cenicientas blancas esperaban su turno de partida entre otros 539 participantes. Rudos metales ya experimentados en el barro y el desierto y especialmente diseñados para ello.
La primera Renault 18 break con Oscar Safar al volante, y con Oscar Gómez Comelli y Carlos Sarthe como ocasionales pasajeros, pasó en el lodo a mediana velocidad, firme en la huella. Cergy Pontoise es una víbora traicionera con la piel cambiante.
Primero una pasta amarillenta fabricada por la lluvia que cala hasta los huesos. Enseguida, las rocas y grietas capaces de quebrar los molares, después arena blanda y, siempre, subidas y descensos pronunciados. Todo en un desfiladero sobre cuyo borde se excitan y aplauden casi 100.000 fanáticos el 31 de diciembre.
Al final de ese día el morocho Sarthe, siempre bromista, sonreía al decir: "¿Sabés cuando le cuente a mis nietos que Henry Pescarolo se dio la piña por pasarnos? ¿Y que le ganamos a Ari Vatanen?". Pescarolo quiso superar imprudentemente a la break número 237 y terminó contra las rocas. Vatanen fue superado por ambos coches argentinos por tiempo, ya que una rótula lo dejó en tres ruedas al finlandés.
Foto Facebook Equipo Argentino París Dakar 1987 Renault 18 Break 4x4
No todo fue sin percances en ese pequeño infierno. Daniel Buteler, que condujo el coche 238 con Daniel Gil y Alberto González Virgili, alias el doctor Cureta, confesó: "El auto se quedó un poco en las trepadas y en un momento el motor se murió y nos paramos. Salimos porque nos empujaron", ayuda válida y permitida en Cergy: sólo así pudo salvarse Vatanen de un prematuro abandono, cuando los
espectadores hicieron balanza para que siguiera circulando con el extremo delantero izquierdo del Peugeot 205 en el aire.
Los ánimos estaban excitados y la gente de buen humor esa noche: antes querían creer, ahora comenzaban a creer. Antes el París-Dakar era un sueño, ahora una realidad. Antes eran aspirantes a corredores, ahora ya conocían la tensión de una partida, la angustia de tener una p-red muy cercana y el alivio de superar los obstáculos. Volvían a revivir con otro medio ambiente lo que habían ensayado en la Maratón del río Balsas, en México.
Las posiciones definitivas (poco importantes en realidad, para nosotros, ya que la meta es llegar) fueron 170 y 186 por tiempo entre los coches. Allí estábamos, y Comelli no se cansaba de remarcarlo, únicos argentinos. Los primeros que largaron el Dakar junto a monstruos como Vatanen, Seckar Mehta, Patrick Tambay, Henry Pescarolo, Jackie lckx.
Los autos habían quedado aparentemente intactos. Amortiguadores (Delfabro), llantas (Protto) y neumáticos (Pirelli) se mostraron más que adecuados a ese primer aperitivo. Podíamos largar. Mientras los franceses festejaban con smoking y disfraces su "bonneanne" (tras trabajar todo el 31 normalmente) nosotros elegimos una pizzería italiana atendida por turcos para brindar. Había alegría ya
por solo haber clasificado. Y hubo melancolía en aquel brindis que convocó el recuerdo de todos los familiares, amigos, novias e hijos que se quedaron en Buenos Aires.
Foto Facebook Equipo Argentino París Dakar 1987 Renault 18 Break 4x4
Única bandera, la Argentina
Apenas había luz y ya eran las diez de la mañana. Camiones y motocicletas habían ido desde la plaza de armas del Chateau de Versalles, y todos los cucos del rally también.
El equipo Peugeot. el grupo Mitsubishi y los jeeps rusos Lada que quieren promocionarse a través de una actividad tan capitalista como las carreras de autos. La 237 avanzó lentamente hacia la rampa, trepó y le contaron. . . cinco, cuatro, tres. . . la voz del locutor francés, estentórea tapó los escapes: "Y ahora parte el gran equipo argentino, venidos de tan lejos para la aventura".
No teníamos nombres, éramos simplemente argentinos. Y se veía el sentimiento de representar al país. Y cuando los coches bajaron la rampa comenzaron los gritos: "¡Vamos, vamos Argentina, vamos, vamos a ganar. . . Dale campeón!". . flameó la bandera celeste y blanca a un costado del palco y la tonada de los gritos cordobeses asombró a los silenciosos espectadores que habían desafiado el mal tiempo ese día de comienzo del año. Eran nuestros amigos turistas-gitanos cordobeses que vinieron a alentarnos en sus casas rodantes. En Versalles hubo una barra brava (y buena), y una sola bandera, la nuestra.
El parque cerrado frente al histórico Palacio de Versalles. Desde allí comenzó la aventura el jueves 1 de enero de 1987
Una de nuestras "cenicientas" con el fondo de los edificios de Argelia
Estábamos en marcha, poco importaba que en la verificación técnica, por tener opacas las ventanas posteriores de las
breaks nos hayan pasado a la categoría de prototipos. Vatanen, lckx y otros serían rivales directos. Luis Romero y José Bordas, nuestros hombres de respaldo técnico y logístico, hicieron otra broma: se comenta que Todt preguntó quiénes éramos.
El jefe del equipo Peugeot está preocupado por estos dos nuevos rivales: en la práctica, esto significa que nuestros tiempos se comparan con los del coche más veloz del safari a los efectos de la permanencia en clasificación.
A las tres de la mañana del día 2, ambos coches llegaron a Barcelona, tramo que se hizo en enlace, con la primera consecuencia de la fajina de Cergy: los bufones, las espigas de una rueda delantera se quebraron. El rodado se soltó a baja velocidad, no hubo mayores trastornos.
Allí, antes de embarcar en el gigantesco ferry Tipasa, argelino, una pequeña reparación del tanque de nafta de la 238 que tenía una pérdida. Y luego la navegación hacia Argelia, mientras mecánicos de diferentes equipos, otros periodistas y yo, hacíamos nuestra propia carrera: de los muelles al avión, del avión (y los engorrosos y enojosos trámites para ingresar a Argelia) a la sala de prensa.
Así será todo el rally, de salto en salto hasta llegar a Dakar, ansío que mis compañeros lo hagan en sus coches. Yo lo haré en un DC-3, con otra colección increíble de modernos nómades del desierto, pero eso es para contarlo después ...
Foto Facebook Equipo Argentino París Dakar 1987 Renault 18 Break 4x4
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La aventura recién comienza
Todo esto sucedió hace escasos cuatro días y a mí me parece una eternidad, como si hubiera ocurrido hace años. Cada vez que el fatigado DC-3 se balancea en un pozo de aire, salta la cinta en el telex y se enciman las líneas. No sé, no sé si esta transmisión llegará, si los muchachos podrán poner esto en el cierre de la edición.
La cabina confunde el ruido de motores con el de las máquinas portátiles de escribir, con transmisiones de la radio que nos permiten saber que el que está primero en el rally es nuestro conocido Shekhar Mehta, el keniano que corre con Peugeot y goza de los privilegios de una infraestructura impresionante.
¿Dónde estarán mis amigos? ¿Podrán llegar? Me piden que deje el lugar para que otro enviado pueda pasar lo suyo. Dios quiera que el material llegue, que nuestros muchachos lleguen. Este Sahara es un infierno..
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Por Orlando Ríos
Enviado especial a París-Dakar
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<Tercera parte>